La desigualdad social bajo la prueba Enlace
Resumen
Tratar el tema de la educación desde la perspectiva de la pobreza obliga a plantear diversas cuestiones, entre las cuales Bracho (1995) destaca la manera en que se relacionan ambos fenómenos, si se relacionan, y si pueden o no ser problemas de política pública. Esta tendencia a vincular la educación con la pobreza no es exclusiva de una corriente analítica o de una zona específica, es más bien comprensible desde el contexto socioeconómico en el que se presenta dicha relación. Es sorprendente, por ejemplo, que un país con grandes recursos y oportunidades como México tenga un promedio de escolaridad, en 2011, de 8.6 años, por debajo de los 12 años que comprende la educación básica u obligatoria, y que más del 50% de la población total se encuentre en pobreza extrema. Partiendo de que la pobreza es la negación de las oportunidades y las opciones básicas para el desarrollo humano, así como la ausencia de determinadas capacidades elementales para realizarse, los individuos de hogares afectados por esta condición poseen menos oportunidades educativas que el resto de la población, debido en gran parte a factores como la lejanía respecto de los centros educativos, los altos costos de oportunidad, las bajas expectativas en el aprendizaje y el menor capital cultural con el que cuentan. Los hijos de los pobres desarrollan un capital inferior, tal atraso se reproduce una vez más en la siguiente generación, forjando una pobreza educativa intergeneracional. Del lado de la educación, las personas con más años de escolaridad tienen acceso a trabajos de alta productividad y mejores salarios, mientras que los individuos con baja escolaridad difícilmente logran obtener un mejor estatus social y salir de los círculos de la pobreza.